miércoles, 20 de enero de 2016

Treinta y tres

Un buen número, un número capicúa, un palíndromo numérico, o comúnmente conocido como "La edad de Cristo" pero como me dijo alguien este fin de semana: "La edad de Cristo cuando murió", pues sí, la edad de Cristo cuando murió pero también la edad a la que resucitó, que toda moneda tiene una cara y una cruz.

Hace una semana cumplí 33 años, y la verdad es que no me siento ni joven ni viejo, ni bien ni mal, simplemente me siento como cualquier otro año, es raro esto de cumplir aniversarios sin sentir una felicidad histérica, como un niño, ni sufrir una depresión pre-menopáusica ,como algunos conocidos míos que sienten pánico al fingido peso de los años. Pues la verdad es que prefiero seguir cumpliendo años y que mi pelo siga perdiendo melanina porque me gusta crecer con dignidad, sin complejos, porque gran parte del camino que me imaginaba a los 20, tener andado a los 30, ya está andado, comparto la vida con quien yo quiero y vivo donde puedo ser feliz. A partir de ahora todo lo que consiga será un premio extra, un perrito piloto para mi estantería personal.

Lo sé, parece ñoño todo esto, pero me siento así, mucha gente hace balance del año terminado cuando comienza el año nuevo, pero para mí el año nuevo empieza siempre después del 13 de enero. Y como toda celebración suele ir acompañada de una fiesta, pues el sábado tuve una con amigos hispano-hablantes residentes en Suiza, no es que esté a favor de la discriminación lingüística, pero así por lo menos no tengo que pensar lo que digo, me sale solo. Es lo que tiene el idioma materno, que es espontaneo, y más si eres andaluz.

Así que hice un gran almuerzo con gente de muchos sitios distintos, y aunque corra el riesgo de que esto parezca un chiste malo, os diré que aquí en mi casa nos juntamos: dos mejicanos, tres catalanes, dos madrileños, un albaceteño, un leonés, una italiana y dos andaluces. Y con este panorama ¿Qué decidí hacer de comer? pues una Fideuá, que es algo fácil, un plato para que coma mucha gente y que no me iba a tener ocupado todo el día en la cocina. Y así fue, hice comida para 12, no tenía recipiente donde hacerlo, no tenía las proporciones para tanta gente, no tenía ni una mesa tan grande donde cupiéramos todos, pero al final salió razonablemente bien, y la gente terminó contenta,  y yo recibí felicitaciones y regalos. Para mí fue todo un éxito.

Me agrada hacer de vez en cuando algo así, es divertido y me mantiene en forma para afrontar retos culinarios. No todo es innovar y hacer platos únicos, a veces sólo me apetece comer bien en buena compañía. El sábado fue uno de eso días, un buen día de mis treinta y tres años.



"Quien no oye consejo no llega a ser viejo"